Jorge M Capitanich, en su nuevo libro, aporta datos sustantivos
para la comprensión del modelo kirchnerista. Dice (siguiendo a Perón) que ya
transitamos tres de las cuatro etapas de una revolución. Las etapas de toma de
poder, doctrinaria y dogmática. La etapa institucional, es el desafío a futuro. El
kirchnerismo expresa la fase superior del peronismo.
La simplicidad es una de las características del
modelo kirchnerista. Capitanich dice que “es un modelo simple”. El kirchnerismo
es interpretado y explicado a partir de
tres tensiones estructurales: La tensión entre gobernabilidad y calidad institucional; la tensión entre estabilidad macroeconómica y crecimiento; y la tensión entre inclusión social y
distribución del ingreso.
La tensión entre gobernabilidad y calidad
institucional. Capitanich, plantea que hoy “la democracia argentina tiene
gobernabilidad porque la presidente ejerce poder político sin utilizar
herramientas que atenten contra la calidad institucional”. El modelo
kirchnerista se apega a los principios republicanos, a la libertad de
expresión, a la reivindicación de los derechos humanos, y a la toma de
decisiones gubernamentales en el marco de una manifiesta legalidad y
legitimidad. Ejemplo: La presidenta firmó tan solo ocho DNU (plenamente justificados,
dice).
La tensión entre estabilidad y crecimiento
macroeconómico. La principal escultura dialéctica aportada por Capitanich para
una mejor comprensión del modelo kirchnerista está en el análisis que realizó
sobre la evolución de las variables macroeconómicas. Las decisiones de
política económica fueron tomadas en función del privilegio de
los intereses nacionales, de la integración regional,
y de la soberanía
nacional. Política
fiscal, la política monetaria y la política cambiaria al servicio del bienestar
social.
Capitanich expuso los resultados logrados en
materia de política fiscal, que además de exitosos, son resultados históricos.
El crecimiento de las recaudaciones tributarias no provino de aumento o
creación de nuevos impuestos sino de la optimización en el sistema recaudatorio.
Pondera la ley de responsabilidad fiscal como un soporte crucial para que la
evolución del gasto público sea en función del crecimiento del PBI.
Capitanich presenta una mecánica que parece
fácil, pero no lo es tanto. Si espiamos algunos hilos del reciente pasado nos
toparemos con Domingo Cavallo en un programa de Mariano Grondona diciendo “yo
tengo un plan” para lograr el “Déficit cero” (Es cierto tenia un plan pero para
recuperar la ansiada cartera, mas acá en el tiempo Fernando de la Rúa diría
que los medios lo pedían). El déficit cero no llegó, hubo superávit de caos.
Fue el kirchnerismo quien arribó al superávit
fiscal. Capitanich explica “el como” se
llegó a la consolidación del resultado fiscal primario y financiero. Además nos
invita a reflexionar sobre la trascendencia histórica de
la política fiscal kirchnerista potenciada con la modificación gradual de
aspectos cualitativos del gasto público. Aumento en la inversión educativa,
aumento en la inversión de en la infraestructura básica, aumento del gasto en
seguridad social, y disponibilidad de fondos para subsidios específicos que
contribuyan a una baja en el costo de la energía y del transporte.
El libro ofrece datos significativos que
contradicen a las muletillas de los opositores. Por ejemplo en materia de inversión
energética (además de la
diversificación de la matriz energética) la Argentina pasó de 131 millones de pesos en el año dos mil tres a 17 mil
millones de pesos en el dos mil diez. En ese periodo, hubo un salto
en la oferta
energética de 17.900 megavatios a 25.290 megavatios; y a la par la demanda anual de
energía eléctrica experimentó un incremento, sea en hogares, comercio o
industria como una muestra sintomática del crecimiento económico.
La política monetaria, fuente de discusiones históricas
entre economistas, también se puso al servicio del bienestar social. El proceso
sostenido de incremento en las reservas internacionales, el control de los
agregados monetarios, en el régimen de tipo de cambio y en políticas
regulatorias y de supervisión que buscan fortalecer el sistema financiero. Dice
que: “Una
política monetaria flexible para no impedir el abastecimiento adecuado de un
flujo de dinero para sostener el crecimiento económico”.
La
política cambiaria, el
libro revela datos claves. Mientras muchos países viajan en sentido de la
apreciación nominal de sus monedas con la consiguiente perdida de
competitividad relativa respecto de una canasta de monedas; la Argentina viaja en
sentido contrario, manteniendo la competitividad relativa con efectos positivos
para la comunidad exportadora. La balanza de pagos, a partir de sus superávit
comerciales y de cuenta corriente aumenta las reservas internacionales.
La economía, en su concepción básica, es el
dilema de satisfacer necesidades ilimitadas con recursos limitados, y en no
pocas veces las interpretaciones de los manuales de economía nos
imposibilitaron pensar que un país como la Argentina podría encontrar una administración
ordenada de las herramientas de política fiscal, monetaria y cambiaria, y esta
a su vez confluir en una consistencia macroeconómica. Estabilidad y
crecimiento.
Los servicios de la deuda eran un
estrangulamiento constante. Las metas fiscales diseñadas por el FMI eran frías
recetas dentro de ese marco teórico del consenso de Washington que dejaban las
cuestiones sociales libradas al azar.
La tercera tensión es entre inclusión social y
distribución del ingreso. La generación de empleo, indiscutible en lo numérico
pero también positiva en el sentido de la recuperación de la existencia legal
de los trabajadores. En los 90´ 1 de cada diez empleos creados era
formal. En los últimos siete años, dos de cada
diez empleos creados son informales. La disminución de la tasa
de desempleo, la homologación de casi 1400 CCT respecto a 200 de la década de
los noventa.
El libro de Capitanich es apasionante. Es el
reconocimiento al liderazgo de los Kirchner pero a partir de un análisis
profundo y preciso del proceso que estamos viviendo. “Ya nada
quedará como entonces” arremete
Capitanich para dimensionar la instancia revolucionaria del kirchnerismo. Es un
análisis en tiempo presente sin descuidar la perspectiva histórica ni el
futuro. “Horizonte”
es la
última palabra que cierra el libro. Hacia allá vamos, más incluidos y mejor
preparados.
Cesar Lopez
Abrapalabras
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