Quiero
compartir un artículo periodístico escrito por Gabriel García Márquez en el año
1952, una semana antes de las elecciones presidenciales de EE.UU que ganó
el candidato republicano Dwight Eisenhower. Aparecen por primera vez los spot
de 30' en la televisión. El Gabo se asombra por ese "alegre
espectáculo" que convirtió a EE.UU en un "circo gigantesco". La televisión desde esos instantes fue una gran protagonista
del show electoral. La espectacularidad de la política
no es un fenómeno que nació en la Argentina, ni tampoco es culpa de Tinelli.
Sigue
Garcìa Marquez:
"Hemos
convenido en admirar el sentido deportivo de la política norteamericana.
Resulta asombroso y un poco inverosímil entre nosotros, ese alegre
espectáculo que a medida que se aproxima la fecha de las elecciones va
convirtiendo a los Estados Unidos en un circo gigantesco. Tal vez ninguna de
las campañas anteriores había interesado tanto a los hispanoamericanos. Y tal
vez ello se deba a que en esta ocasión parecen estar las fuerzas bien
equilibradas y además porque en muy pocas ocasiones se han apreciado mejor las
diferencias entre los adversarios.
Stevenson,
es un gran intelectual. Es posible que en una democracia eso sea una desventaja
política. Al pueblo le llama muy poco la atención, el hecho de que Stevenson
pronuncie discursos impecables, con una gramática que parece acabada de salir
de la peluquería y frecuentes citas tomadas en préstamo o arriendo de la
literatura moderna. El candidato demócrata, por otra parte, parece ser
exactamente igual a sus discursos. Los sastres ingleses, que creen ver en la
costura de cada hombre su horóscopo personal, han pronosticado que Stevenson no
será presidente porque se sabe` vestir. Al pueblo de los Estados Unidos les
gustan los hombres desarreglados de atavío, dicen. Y han puesto como ejemplo al
presidente Truman, que según los sastres ingleses es
uno de
los hombres peor vestidos del mundo.
El
general Eisenhower, por muchos aspectos, es el revés de Stevenson.
Cada
discurso de aquél es una sangrienta refriega con la gramática. Dicen que,
hasta cuando habla, al general se le ven los errores de ortografía. Todo eso,
aparte de que hay quienes aseguran que al general, le escriben los discursos
sus numerosos asesores, lo cual por otra parte no sería en modo alguno un rasgo
de originalidad política.
Pero
hay un tercer hombre en la campaña. Un tercer hombre que es el primero y
que anda suelto en un tren por los Estados Unidos, diciendo a favor de
Stevenson las cosas que éste no sabe decir por ser un intelectual, y
diciéndolas además en un idioma de encontronazos. Ese tercer hombres es el
presidente Truman, cuyos discursos han dejado atrás a Eisenhower, hasta en
los accidentes sintáxicos. Pero a pesar de ese ambiente de encendida
agresividad verbal, la jornada electoral de los Estados Unidos es una cosa muy
alegre y muy pintoresca. Hasta intervienen en ella actores de verdad. Un cómico
dice chistes flojos en la televisión, antes de que a Stevenson se le venga
encima la andanada de Eisenhower. Varias actrices han establecido puestos
públicos donde se venden besos a favor de Stevenson. Dentro de una semana serán
las elecciones, no habrá incidentes personales, y dos días después aparecerá
una fotografía del perdedor sonriente, estrechando la mano del vencedor
afligido. Porque así son las cosas, entre quienes saben, en el fondo, que es
mejor negocio para la tranquilidad personal, perder las elecciones que ganarse
ese dolor de cabeza de cuatro años que es la presidencia de los Estados Unidos.
Desde
luego que muchos de nuestros políticos no pueden entender esta manera de
administrar los negocios electorales. «Debe ser muy aburrida una campaña
electoral como ésta», decía ayer uno de ellos. Y yo me acordaba del cuento
del muchacho que le decía a su padre en el automóvil: «Papá, deja que mamá
conduzca. Así es más emocionante.»
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