El
panorama del país vecino se presenta complicado, la gobernabilidad está en un
punto difícil. Las agencias calificadoras de riesgo de deudas meten presión, Fitch puso
el negativo a la triple B, lindante a la calificación de bonos basura. La
recesión económica, el déficit fiscal (cerca del 7% PBI), la caída de las
exportaciones, y la devaluación del real respecto al dólar, fue seguida por la
artillería del ajuste fiscal. Los analistas recomendaron ajustes para generar
confianzas y recuperar el crecimiento económico.
El
gobierno brasileño, desde agosto, emprendió el peligroso camino de los recortes
de gastos en un contexto de recesión económica. Recortes en los beneficios por
desempleo, reducciones de pensiones, la supresión de 8 ministerios, rebaja de
las remuneraciones que percibe la presidenta, prohibición de viajar en primera
para los funcionarios, recortes en gastos destinados a la construcción de
viviendas, disminución de inversiones en infraestructura, entre otros.
Como
se advierte, el ministro de economía brasileño siguió el manual de emergencias,
pero como se sabe no existen ajustes ni renegociaciones de deudas que mejoren
el humor de las calificadoras de riesgo, los martillos se bajan de modo
implacable. En el caso de Fitch, aproxima su calificación a bonos basuras, con
el dato llamativo que el nivel de deuda brasileña previsto para el 2016 es el
70% sobre el PBI. En teoría, ponderan las perspectivas de repago de la deuda a
largo plazo. Los jugadores del mercado especulativo juegan otro partido, y
siempre utilizan una doble vara para ponderar las expectativas. Por ejemplo,
España, tiene un nivel de deuda 100% del PBI, problemas internos con los
reclamos de autonomía en algunas regiones, déficit fiscal del 6%, tasa de
desempleo superior al 20%, y sin embargo tiene una mejor calificación que
Brasil.
Por
lo general, cada país tiene una serie de circunstancias (históricas, actuales y
futuras) que amerita una mirada particular, no existen recetas que
deban aplicarse en términos universales, ni tampoco es bueno comprarse teorías
que justifiquen todos los males, o bonanzas, según sea el caso. La literatura
mediática está sobrecargada de apelaciones contra los populistas incorregibles
del sur. Sin embargo, es bueno admitir que el 50% de los activos está en manos
del 1% de la población mundial, y el saldo en manos del 99% restante. La
desigualdad es global, y países como los nuestros están inmersos en esa trampa
de la desigualdad interior. Los gobiernos del sur, no tuvieron el tiempo
suficiente para diversificar la estructura productiva que permita una reducción
de la dependencia a las exportaciones de productos agropecuarios y derivados, y
además vinieron después de tres
décadas neoliberales; en ese contexto se debe valorar la lucha por una economía más popular, menos desigual.
Dicho
esto, y para volver al tema del ajuste, creo que Keynes fue leído de
forma incompleta por nuestros gobernantes. En Keynes están las recetas para morigerar
los ciclos económicos. Se supone que en épocas recesivas se deben utilizar los
instrumentos fiscales para inyectar fondos en el circuito económico, y en
épocas de crecimiento se deben utilizar esos instrumentos pero con criterios
inversos. En temporadas de crecimiento, existe una resistencia a seguir las
recetas de keynes, y luego cuando se producen cimbronazos aparecen las recetas ortodoxas
de ajustes que conllevan la profundización de los problemas coyunturales.
Brasil, en una coyuntura como la actual, antes de incurrir en esos ajustes,
debería expandir el gasto público, reducir impuestos. Pero el asunto presenta
inconvenientes cuando no se hicieron los deberes keynesianos en temporadas de
crecimiento
(frenar el
ritmo del gasto público. El tema impuestos, antes debería generar un trabajo
profundo sobre el sistema tributario).
Si
los gobiernos no realizan un manejo prudente de las políticas fiscales, se
convierte en un caldo de cultivo para la aplicación de recetas ortodoxas. En
esos casos, el juego sale del campo de la producción y empleo, para entrar con
mayor fuerza en el campo de la especulación.
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