Algunos medios (Diario La
Nación) tratan de apuntalar la imagen de un gobierno sorprendido por el exceso
de Claudio Bonadío; y que la decisión de Bonadío se circunscribe a la interna
del peronismo, una injerencia del Senador Pichetto. Otros, como Clarín intentan
fortalecer los argumentos jurídicos de Bonadío.
Textos que intentan ensuciar
la visión ciudadana, y limpiar la cancha para el gobierno de Macri.
Que el fallo es judicial, que
Bonadío tiene un encono manifiesto contra Cristina, Que Pichetto no quiere a
Cristina en su bloque ni en el senado, todo eso es cierto. Pero la gravedad
pasa por la embestida (palabra que ya no se utiliza) Macrista contra el estado
de derecho, contra la diversidad de voces, contra la división de poderes, y
contra el federalismo (los gobernadores andan a los saltos).
Por suerte, muchos periodistas
alejados del kirchnerismo (Maria Julia Olivan, Pablo Duggan, Maria Odonnel,
Gabriel Levinas. Luis Novaresio. Antonio Laje. Edy Zunino, entre otros) dieron
sus opiniones sobre una injerencia del gobierno de Macri en las decisiones que
se producen en el Poder Judicial. La Propia Elisa Carrió, mantiene esa postura
cuando denuncia a Angelici como operador en tribunales.
Uno siente que el país se frenó.
Así como todos recordamos aquel país que tuvo 5 presidentes en una semana, hoy
todos sabemos que hubo un gobierno que intentó designar por decreto a dos
jueces de la CSJ. Esos decretos fueron dos piñas para debilitar a la CSJ. Deben
sumarse las reiteradas amenazas (casi extorsiones públicas) de Elisa Carrió
contra el juez Ricardo Lorenzetti. El panorama es desalentador.
Mauricio Macri llegó a la
presidencia con un discurso anti político, anti estado, anti gobierno. No es
que Macri sienta odio por el estado. Todo lo contrario. Concibe al
estado como una herramienta para el beneficio de las grandes corporaciones, y
no para transformar realidades en favor de las mayorías populares.
El pensamiento debilitador de
instituciones para fortalecer el poder político de las corporaciones no es una
originalidad de Mauricio Macri.
Ese golpismo permanente (que
Macri llama reformismo permanente) contra las instituciones democráticas, es parte
de una batalla abierta para determinar quienes fijan las
leyes o reglas de juego. Las mayorías populares o las corporaciones. En el
mundo del cual estuvimos aislados, esa batalla es ganada por las corporaciones.
En América Latina,
existieron gobiernos que se plantaron pero terminaron vencidos.
Cuando Ronald Reagan
llegó a la Presidencia de los EE.UU dijo que el gobierno no es la
solución a nuestros problemas, el gobierno es el problema. Presión fiscal y
gasto público excesivo, apuntalaron aquella versión paradigmática del año 1981.
Reducción de impuestos para las grandes corporaciones, aumentos de subsidios para grandes productores, desregulación de mercados,
flexibilización laboral.
A partir de entonces, la
rentabilidad de la elite corporativa se encaminó hacia las nubes, mientras que
el salario de los trabajadores se encaminó hacia el subsuelo. Se fue Reagan,
pasaron varios años, y las consecuencias se mantienen. El estado mínimo debió
intervenir en el mercado para rescatar compañías aseguradoras, y bancos en la
crisis del 2008; pero al mismo tiempo se abstuvo de intervenir para defender a
las familias que sufrieron el remate de sus casas, por incumplimiento en el
pago de los créditos hipotecarios.
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