La caverna de José Saramago, es uno de esos textos
andantes que siempre vuelven sin que se los llame. La historia del alfarero,
tercera generación que pierde ventas de sus artesanías de barros, por la
entrada de los productos de plásticos, en
palabras de Cipriano Algor de "las estúpidas mentiras de plástico, las
alevosas imitaciones del barro".
Trasladando a la política, también es posible
pensar que cada vez se utiliza menos el horno artesanal para persuadir, y se
acude a los robot para fabricar políticos de plásticos.
Sin ir más lejos, en google, facebook, previo pago,
aparecen anuncios que se viralizan a partir de un robot virtual. No es que me
oponga (sería estúpido) a esas realidades dadas por la evolución tecnológica
pero sí me genera un interés de reflexión.
La política artesanal volvió en el 2.003. Cuando observo e interactúa
con algunos jóvenes militantes, con dirigentes a quienes llaman modelo 2007,
siento que hacen el esfuerzo por amasar, moldear el barro que son las ideas, la
solidaridad, la ética, la conciencia del ser y pertenecer. Es una lucha difícil,
en un mundo lleno de dirigentes plásticos que hacen uso de un lenguaje plástico.
Hace un rato, hablaba con un periodista, joven también,
sobre las gacetillas de prensa precaria de contenidos, enviadas por esos dirigentes
que más se hacen notar en los medios porque disponen de cajas públicas. Me decía,
todo es un disfraz. La profesión del periodista es difícil también, imagínense
la tortura que es leer todos los días gacetillas idénticas, letras plásticas
que no dicen nada ni agregan valor al conocimiento ni generan expectativas.
Muchas veces pienso que existen dirigentes que ya no
hacen ni el esfuerzo de prometer, los consultores dibujan las escenas, las
colorean (sin pensar en los daltónicos), y punto.
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