“Cuando éramos
graneros del mundo” es una frase que todavía zumba en nuestros
oídos. Rastrear la historia económica argentina, es un buen ejercicio para
detectar similitudes o diferencias con el tiempo presente, y para visualizar
oportunidades y debilidades a partir de las comparaciones.
Fueron siete décadas de vacas gordas desde1.860
a 1.930. Las matrices ostentan incrementos
extraordinarios de los volúmenes exportados de la producción agropecuaria. En
ese periodo la Argentina
pasó de 1.700.000 habitantes a 11.000.000 en 1.929, de 580.000 hectáreas
sembradas a 25 millones generando un imponente corrimiento de la frontera agropecuaria para la ganadería y los cereales.
Fueron siete décadas de vacas gordas desde
La expansión de las exportaciones fue la base para la
integración al comercio internacional, y para la dependencia de las decisiones
de los poderes políticos supranacionales.
El modelo agroexportador sin el desarrollo de agroindustrias ni diversificación
de la matriz productiva, es ilusión de unos pocos intereses concentrados pero que
desencanta a la mayoría.
Cualquier economista puede decir ¡Señor, la industria
también creció en esos años de vacas gordas! Es cierto, en 1884 nació la fábrica
de alpargatas, en 1.894 la fabrica de molinos de vientos, se fabricaban
alambres, tanques australianos, y aparecieron los frigoríficos ingleses. El
censo industrial del año 35’
indica que había 40.613 establecimientos, que agrupados por actividad, los que
predominaban eran los de alimentos y bebidas 37% del valor de la producción,
seguía la rama textil con 15% de incidencia. Además de la corriente
inmigratoria, también llegaban inversiones directas, especialmente destinada
para el desarrollo de la infraestructura férrea, y puertos para sacar la
producción primaria e ingresar valor agregado externo.
Crack del 29’ Crisis del modelo
agroexportador pampeano.
Sobreproducción, desocupación, caída de los ingresos,
pobladores rurales empujados hacia las ciudades. Scalabrini Ortiz escribió: “Hasta 1.929 la República vivió confiada en la ilimitada magnitud del porvenir, pero a nadie se
le ocurrió pensar que esa exuberancia visible podía no ser verdaderamente una
riqueza argentina. A mediados del 29’
un malestar al principio inubicable, turbó el satisfecho compás de la mecánica
social argentina”
Raúl Prébisch, escribió en esos años de quiebre, que era
necesario sustituir los estímulos del crecimiento. Sustituir el estimulo
externo por uno interior. “Hasta la crisis mundial estuvo presente el estimulo
exterior, pero es necesario crear un factor que haga crecer simultáneamente la
industria y la población: factor que será el crecimiento persistente de la
demanda interior”. En otras palabras, industrializar la nación es crear un
mercado interno que estimule al crecimiento económico persistente, que puede
convivir con el estimulo de la demanda externa, pero en los tiempos de crisis
internacional, ese estimulo interior permitirá morigerar los efectos negativos.
En el inicio del siglo XXI el gobierno nacional puso en
agenda el concepto “político” de valor agregado en origen. No se trata de una
definición económica sino de una orientación política. La pregunta ¿Que es
valor agregado? Podría merecer la fría respuesta: Es el valor adicional incorporado
a los bienes y
servicios mediante un proceso productivo.
Sin embargo, en la
política profunda, ese valor adicional significa generar empleos.
El valor agregado en origen no solo permite sustituir importaciones sino además exportar
trabajo. Como se puede apreciar en el modelo
agroexportador, la ecuación importar valor
agregado y exportar commodities no es
sustentable a largo plazo, es un ilusión atada a fenómenos meteorológicos
internos y a las bonanzas o desdichas externas.
Cuando el desafío es cambiar un paradigma no solo se trata
de atraer inversiones o facilitar el acceso al crédito para las pequeñas y
medianas empresas industriales, sino también de generar un clima favorable para
que se produzcan: Cambios en la mentalidad dirigencial, incorporación de nuevos
jugadores, y una organización nueva del esquema productivo.
El gobierno nacional dio los impulsos para dar el gran
salto mediante el Plan estratégico industrial 2020 con sus objetivos validados
por 2.500 participantes de 11 cadenas industriales de valor que participaron de
los debates. Hay un sinnúmero de programas como Sistema productivos locales
(Cluster de empresas), “Expertos Pyme”, “Programa Nacional para el desarrollo
de Parques Industriales en el Bicentenario”, “Programas de acceso a la
competitividad”, entre otros.
También podemos destacar la modificación de la
carta orgánica del BCRA, inversiones en infraestructura, recuperación de YPF. Recientemente,
la Presidenta
Cristina Fernández de Kirchner anunció el programa para la
formación de ingenieros (El Chaco, ya había impulsado algo similar, hace unos
años por iniciativa del entonces Ministro de Economía Eduardo Aguilar). Se
invierte en escuelas técnicas, y el Chaco es la provincia que encabeza el
ranking de inversiones según lo expresado por la Jefa de Estado. Se invierte
en la formación de los dirigentes, en la capacitación de los agentes públicos,
en la capacitación de los trabajadores, y de los empresarios.
La carrera por agregar valor en origen es larga, requiere
de capacitaciones y motivaciones permanentes para los agentes públicos y
dirigencia política regional para que abracen convencidos este nuevo paradigma.
Ofrecer charlas explicativas al periodismo, a los empresarios, a las cooperativas,
a los trabajadores, a los intendentes, a los productores rurales (Sí, los
productores también pueden ser parte de la industria).
En la carrera industrial, el liderazgo es político, no sectorial |
Algunos de los módicos ejemplos (módicos ejemplos, porque sería largo enumerarlos) de este convencimiento es
la perseverancia del área industria de la gestión Capitanich con la promoción
industrial made in chaqueña, los impulsos de la legislatura para diseñar un
plan agroindustrial con la intervención varios actores, la infatigable caminata
que realiza el Intendente de Puerto Tirol para atrapar cualquier vestigio de
inversión para el parque industrial de su localidad. Fontana, Barranqueras,
Sáenz Peña son algunos de otros puntos provinciales que reciben aceleradamente
empresas industriales durante la gestión Capitanich.
En esta carrera el
liderazgo es político, no sectorial. Agregar valor en origen es política de estado para mejorar
la rentabilidad social; no definiciones económicas de un club industrial tendiente
solamente a maximizar rentabilidades empresariales. Veníamos acostumbrados a
los lobby y/o presiones de los clubes a los gobiernos de turno; pero ahora es
la clase política quien debe hacer lobby, seducir para que nuevos jugadores
entren a la cancha.
Por ejemplo: En estos últimos días, se habló bastante de las
inversiones en el Belgrano Cargas, y en el dragado permanente del Riacho
Barranqueras, que son puntos destacados para disminuir la incidencia del costo
del flete, y son bienvenidas. Pero esas inversiones serán sustentables en tanto
y en cuando no se limiten a mejorar la rentabilidad empresarial de los jugadores
del modelo actual de negocios que gira sobre la salida de productos primarios
sin valor agregado, e ingreso de mercaderías.
Industrializar la ruralidad es el desafío que marcó la Presidenta Cristina
F. de Kirchner. Con el paradigma que se pretende cambiar, los productores
agropecuarios, año a año, pierden terreno en la participación de los ingresos
de la cadena de valor de las materias primas que producen, se ven obligados a
sembrar más superficies para sostenerse con volumen en la cadena. Piden a gritos
devaluaciones drásticas, y más cuando la sequía o los granizos le restan
volúmenes de producción.
Ese paradigma, basado en una cadena de quejas coyunturales
está agotado. La única vía hacia el desarrollo sustentable es agregar valor en
origen. Como dijo alguna vez Miguel Miranda, por más carne o trigo (o soja) que
se produzca, si no hay una industria nacional pujante no vamos a poder evitar
la asfixia externa ni el aislamiento económico.
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