¿Dónde están los resultados?
Seguimos prisioneros de las agendas unidireccionales que bajan de la capital
federal, o nos asustamos con el bombardeo negativo de Clarín y afines, o nos
ponemos entusiastas con lo que dicen 6-7-8 (donde ni siquiera invitan a nuestro
gobernador). ¿Qué hicimos con las radios AM de la Capital Federal que siguen
sonando las 24 hs en nuestras frecuencias locales? ¿Qué hicimos con los
criterios objetivos de distribución de las pautas publicitarias? ¿Qué hicimos
con la formalización de los trabajadores de prensa?
Los medios de comunicación se
financian con ingresos provenientes de la venta de espacios publicitarios, que
pueden ser clientes del sector privado o clientes del sector público. A grandes
rasgos me atrevo a decir que aquí existen varios elementos en los cuales el
estado aún no se ocupó, o se ocupó mínimamente:
En el segmento de clientes
privados: El Estado aun no se ocupó de promover la leal competencia comercial
entre los medios. Las radios AM de Buenos Aires suenan 24 hs sin programación
local.
En el segmento de clientes públicos:
El Estado aun no se ocupó de regular seriamente la distribución de las
conocidas “Pautas publicitarias”. No conozco que exista un solo parámetro
objetivo que garantice cierta equidad y transparencia en la distribución. Si
alguien conoce, haga el bien de informarme. Tengo la sensación que todo queda
librado a decisiones discrecionales, que pueden ser justas esas decisiones del
funcionario de turno pero no deja de ser discrecional. Y ya sabemos que las
discrecionalidades en el uso de los fondos públicos pueden terminar en
arbitrariedades.
En este escenario, es muy
difícil que el estado tenga autoridad moral para exigirle a los dueños de los
medios que formalicen sus vínculos con el personal periodístico. El estado
queda en una suerte de “inmovilidad conveniente”, mira como las repetidoras
dejan sin chances competitivas a las producciones locales, mira como prolifera
la discrecionalidad en la distribución de las pautas publicitarias, y mira sin
poder torcer el destino de muchos trabajadores de prensa que reclaman abandonar
el estado de precariedad laboral. Esa inmovilidad conveniente del Estado
lesiona la dignidad de los periodistas que decidieron vivir de la profesión
pero no solo eso sino también este sistema de embudo ponen en victimas a los
ciudadanos que no pueden ejercer libremente sus derechos a la información útil
para la toma de decisiones.
Entonces, me pregunto: ¿Estos
agasajos gubernamentales de mañana no terminan siendo una tomada de pelo?
Seguramente irán varios periodistas como acontece todos los años, acaso a
algunos de esos que van les encanta recibir del poder de turno suaves caricias
en el cabello. Recuérdese que, agasajar es atender a alguien, ofreciéndole
regalos o expresiones de cariño y afecto. Yo supongo que la mayoría de los
periodistas dejarían cualquier agasajo a cambio que el Estado se ocupe
seriamente en garantizar por medio de marcos normativos el digno ejercicio de
la profesión.
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Por Cr. César López
(Abrapalabras)
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