El espanto se abatió sobre el hogar de las leyes cerca del anochecer, no fue durante la siesta por siempre reservada para los pomberos ni a la medianoche dominada, como se sabe, por los fantasmas que viven en cualquier cuento de terror. Fue en el largo atardecer del verano resistenciano, casi al anochecer. El espanto goza de una habitualidad que lo aleja de lo extraordinario, las puertas siempre están abiertas para su visita, a veces sigilosa y en otra más ruidosa. Cada vez me convenzo más que esa civilización se maneja con códigos indescifrables pero visiblemente inescrupulosos. Es un pueblo de mercaderes enclavado en otro pueblo que le da vida. Leandro Além, sostenía que el interés material será para un pueblo de mercaderes y que no conviene materializar la sociedad aflojando los resortes morales de su espíritu.
En esa civilización hay algunos, por razones diversas, que rompen la ormetá y entonces, un virulento temporal de palabras se desata en los medios de comunicación, dura un par de días, hasta que otro espanto condecore de olvido a su predecesor. Los espantos, tienen secuencia ilimitada en el tiempo, pero cada uno de ellos perece rápidamente en la memoria colectiva. También cabe decir, aunque no venga a cuento, que algunos de los pobladores de esa civilización parecen imperecederos en el cargo. El espanto de miércoles, como los del pasado o los del futuro, no hizo otra cosa que apropiarse del buen nombre y honor del hogar de leyes, y en este caso para privilegiar sin ningún criterio objetivo a un selecto grupo de personas en detrimento de otros. Solo los códigos indescifrables, con los cuales se manejan en esa civilización y que no son la ética mundana, reconocen el derecho de trabajar en el Estado a quienes portan algún grado de parentesco, amistad o afinidad personal. La ética mundana, ridícula, o infantil puede ser vista en la lógica de esa sociedad como un “…canibalismo de opositores y frustrados...” tal lo expresado por una Diputada de la honorable legislatura chaqueña, que no se por que razón me trajo a la mente la histórica frase adjudicada a María Antonieta “que coman pasteles”, y que a la vez, genera un nuevo dilema: ¿O es nepotismo de los nominadores, o es canibalismo de los cuestionadores? A esta altura ya no hay asombros que dominen mis pensamientos pero aún conservo la ilusa ilusión de una política de mejor calidad que intuyo podrá darse- y sigo la distinción de Max Webber- cuando los dirigentes que vivan para la política superen en cantidad a los dirigentes (y sus familiares) que viven de la política. Para algunos, en especial para los involucrados, la obra de la legislatura fue la fiesta de unos pocos apellidos; pero para otros fue un espanto. El espanto que no es otro sino el nepotismo que hizo crujir los cimientos de la igualdad de oportunidades, paradójicamente en un lugar donde se presupone que se debería trabajar para disminuir las desigualdades.
En esa civilización hay algunos, por razones diversas, que rompen la ormetá y entonces, un virulento temporal de palabras se desata en los medios de comunicación, dura un par de días, hasta que otro espanto condecore de olvido a su predecesor. Los espantos, tienen secuencia ilimitada en el tiempo, pero cada uno de ellos perece rápidamente en la memoria colectiva. También cabe decir, aunque no venga a cuento, que algunos de los pobladores de esa civilización parecen imperecederos en el cargo. El espanto de miércoles, como los del pasado o los del futuro, no hizo otra cosa que apropiarse del buen nombre y honor del hogar de leyes, y en este caso para privilegiar sin ningún criterio objetivo a un selecto grupo de personas en detrimento de otros. Solo los códigos indescifrables, con los cuales se manejan en esa civilización y que no son la ética mundana, reconocen el derecho de trabajar en el Estado a quienes portan algún grado de parentesco, amistad o afinidad personal. La ética mundana, ridícula, o infantil puede ser vista en la lógica de esa sociedad como un “…canibalismo de opositores y frustrados...” tal lo expresado por una Diputada de la honorable legislatura chaqueña, que no se por que razón me trajo a la mente la histórica frase adjudicada a María Antonieta “que coman pasteles”, y que a la vez, genera un nuevo dilema: ¿O es nepotismo de los nominadores, o es canibalismo de los cuestionadores? A esta altura ya no hay asombros que dominen mis pensamientos pero aún conservo la ilusa ilusión de una política de mejor calidad que intuyo podrá darse- y sigo la distinción de Max Webber- cuando los dirigentes que vivan para la política superen en cantidad a los dirigentes (y sus familiares) que viven de la política. Para algunos, en especial para los involucrados, la obra de la legislatura fue la fiesta de unos pocos apellidos; pero para otros fue un espanto. El espanto que no es otro sino el nepotismo que hizo crujir los cimientos de la igualdad de oportunidades, paradójicamente en un lugar donde se presupone que se debería trabajar para disminuir las desigualdades.
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